El insomnio puede tener muchas causas distintas, aunque algunas son más fáciles de identificar que otras.1
Veamos algunas de ellas y descubramos qué sucede en tu cerebro cuando tienes problemas para dormir por la noche.
¿Qué hay detrás del insomnio crónico?

¿Qué causa el insomnio crónicoy por qué algunas personas son máspropensas a padecerlo?
Veamos algunos de los factores que pueden aumentar el riesgo de insomnio:
Factores personales

Edad
¿Sabías que el riesgo de padecer insomnio y problemas para dormir aumenta con la edad?2
A medida que envejecemos, se cree que las áreas del cerebro encargadas de regular el sueño pueden experimentar un deterioro en su funcionamiento.2

Menopausia
Entre el 33 % y el 61 % de las mujeres experimentan insomnio asociado a la menopausia, posiblemente debido a la disminución de los niveles de estrógenos.4

Estrés
El estrés puede afectar a la conciliación y al mantenimiento del sueño.5
Los estudios demuestran que la genética, la historia familiar de insomnio, el género femenino y el estrés ambiental influyen en cómo responde el sistema del sueño al estrés.5
Malos hábitos de sueño
Higiene del sueño

Ya sea de forma consciente o inconsciente, cambias tus hábitos para compensar la falta de sueño, como echar siestas o aumentar el consumo de cafeína.
Estos cambios pueden ser contraproducentes y contribuir al insomnio.1
Demasiado tiempo frente a la pantalla

El ritmo de vida moderno puede hacerte sentir la necesidad de tener que estar conectado y frente a una pantalla todo el tiempo.
Los dispositivos que emiten luz azul, como el teléfono, el ordenador y las tabletas, reducen la producción de melatonina, la hormona del sueño, y pueden mantener tu cerebro activo si los usas por la noche.6

Sobreestimulación del cerebro con alcohol, cafeína y nicotina
El alcohol, la cafeína y la nicotina pueden estimular un cerebro ya activo o alterar tu ciclo de sueño, reduciendo la cantidad de sueño reparador.7,8
Por lo tanto, si tienes problemas para dormir, lo mejor es limitarlos o, en la medida de lo posible, evitarlos a partir de la tarde.7
Enfermedades asociadas
Ciertas enfermedades de la salud mental, como la ansiedad y la depresión, están relacionadas con el insomnio.9,10
Asimismo, atravesar un acontecimiento traumático puede tener un impacto negativo en el sueño.11


Ansiedad
El 19,3 % de las personas
con insomnio tenían niveles
de ansiedad clínicamente significativos.9
Las personas con trastornos de ansiedad a menudo experimentan una baja calidad del sueño y muestran trastornos del sueño, especialmente insomnio. A su vez, la falta de sueño puede desencadenar o empeorar aún más la ansiedad.12


Depresión
El 20 % de las personas
con insomnio tenían niveles
de depresión clínicamente significativos.9
Las personas con depresión pueden experimentar alteraciones en las etapas del sueño y dificultades para mantenerlo.13
Un mal descanso nocturno reduce nuestra capacidad para controlar las emociones y los impulsos, aumenta la preocupación y empeora la depresión.14


Vivir un acontecimiento traumático
El insomnio también puede deberse a un evento o experiencia traumática, llamados desencadenantes.1
Algunas personas pueden experimentar pesadillas en este contexto. En estos casos, los patrones de sueño pueden verse alterados durante años.11

¿Quieres saber más sobre cómomejorar tus hábitos de sueño y/ocómo alcanzar un sueño reparador?
Referencias
1. Wright CD, et al. Front Psychol. 2019;10:2498.
2. Roth T. J Clin Sleep Med. 2007;3(5 Suppl):S7-10.
3. Pengo MF, et al. Chest. 2018;154(1):196-206.
4. Mallampalli MP, et al. J Womens Health (Larchmt). 2014;23(7):553-62.
5. Kalmbach DA, et al. J Sleep Res. 2018;27(6):e12710.
6. Shechter A, et al. J Psychiatr Res. 2018;96:196-202.
7. Spadola CE, et al. Sleep. 2019;42(11):zsz136.
8. O’Callaghan F, et al. Risk Manag Healthc Policy. 2018;11:263-71.
9 Taylor DJ, et al. Sleep. 2007;30(2):213-8.
10. Bollu PC, et al. Mo Med. 2019;116(1):68-75.
11. Babson KA, et al. J Anxiety Disord. 2010;24(1):1-15.
12. Chellappa SL, et al. Sleep Med Rev. 2022;61:101583.
13. Riemann D, et al. Biol Psychol. 2001;57(1-3):67-103.
14. O’Leary K, et al. Cogn Emot. 2017;31(8):1698-706.